El Bon Lladre
Escrita por Conor Mcpherson en 1994, El Buen ladrón es quizás el primer
monólogo en el que el autor encuentra la voz que posteriormente lo convertirá
en referente de la dramaturgia no sólo británica sino mundial .
En el transcurrir de la hora y diez minutos que dura el montaje Mcpherson nos
pone en clave de road movie , monólogo interior o bien thriller para tejer un
relato sobre los a menudo ambiguos conceptos del bien y el mal . El
protagonista del Buen ladrón busca la redención en una a momentos trágica y a
momentos cómica, pero siempre enternecedora huida hacia adelante. A través de
una historia aparentemente sencilla le vemos intentando escapar de su destino y
fracasando una y otra vez enredado en la tela de araña en que se ha convertido
su existencia . Finalmente ninguno de sus recursos serán suficientes para
eludir el peso del pasado, un pasado que lo adelanta constantemente en su
desesperada carrera impidiéndole encontrar la paz y descansar a la orilla del
río de la vida, aquí magistralmente materializado en el frío y torrencial
Shannon.
Irlanda, la voz pesimista y atávica del país de James Joice es junto con nuestro perdedor el otro protagonista del relato. Con gran audacia el autor convierte un matón de baja estofa que acaba de salir vivo de milagro de un tiroteo en un caballero medieval en busca de un grial imposible y enamorado de una damisela que, evidentemente, acabará significando su perdición.
Como sólo ocurre con los grandes creadores Mcpherson consigue saborear
el plato que nos sirve sin que en ningún momento escuchamos el ruido de la
cocina, de esta manera la temática existencial de la pieza nos es servida con
aparente ligereza de forma que los receptores de la función ríen y se emocionan
con las desventuras del protagonista mientras son golpeados a traición por la enorme
carga de profundidad que, siempre a escondidas, los traslada .
Fue representada por primera vez el mismo 1994. En palabras del autor:
El buen ladrón se representó por primera vez por un amigo actor, Kevin Hely, bajo el título de la Luz de Jesús. Lo hicimos en un verdadero teatro en Dublín, que nos costó una fortuna, porque nadie vino. Lo que sí conseguimos fuero algunas grandes críticas, pero nadie sabía quiénes éramos y el título era tan desagradable…